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Lo endótico. Aquello que no miramos

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La mayoría de las veces, por no decir todas, no prestamos especial interés a aquellos aspectos endóticos, a aquello que sentimos familiar o cercano y que nos resulta común, habitual, de toda la vida. Nuestra atención se aleja de lo invisible para centrarnos en lo superficial y exótico o nuevo. De forma casi obsesiva calculamos lo histórico, lo revelador y dejamos de lado lo verdaderamente esencial. Quizá sea el momento, tal y como establece el novelista francés, de “fundar finalmente nuestra propia antropología: la que va a hablar de nosotros, la que va a buscar en nosotros lo que durante tanto tiempo nosotros saquemos en los demás. Ya no lo exótico sino lo endótico” (Perec, 1989).

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Hemos aprendido a no saber mirar a aquellas pequeñas vicisitudes e infraordinarias que componen nuestra forma de ser, nuestra esencia, nuestro Yo. Inconmensurables pequeñas cosas, lugares especiales, historias íntimas, son ahora únicamente elementos interferentes que ralentizan nuestro nuevo modo de vida frenético y sin sustancia a pesar de que habitamos sobre un gigantesco palimpsesto repleto de genomas. Hurgar en sus subsiguientes capas (reformas, demoliciones, nuevas construcciones, grietas, desconchones, ruinas, abandonos, materiales, etc.) es hablar del tiempo. Al igual que “El paisaje remite a una compleja experiencia sensitiva, cognitiva y emotiva entendiendo por tal no solo un espacio concreto para la mirada sino también las derivaciones físicas y psíquicas que se desprenden de esa zona” (Fernanda Alarcón, 2017), sucede con los objetos de nuestro propio hábitat.

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En los años 60-70 grandes artistas como Picasso y Francis Bacon e ilustres de la danza más actuales como David Wampach o el fotógrafo y escritor japonés ShÅ«ji Terayama (1935-1983) cuestionan el arte conceptual y toda forma de exotismo con un único fin, el de centrar la atención a lo endótico, en examinar lo que realmente proviene de dentro y que hemos ignorado, interrogándonos, a su vez, lo que parece haber dejado de sorprendernos, aquello que Victor Hugo reclamaba asegurando que “solo dentro de uno mismo hay que mirar el afuera” (2010).

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Contemplamos una única vía en forma de respuesta artística a la pregunta del novelista francés: observando el entorno y reinventándolo. Indagamos en una caduca yuxtaposición de historias, de vivencias, de sensaciones, de recuerdos, de acciones, de nombres. Llevamos a cabo una especie de catalogación de todos estos y otros muchos aspectos, pero que, en definitiva, son una única cosa, la propia procedencia, la propia génesis. Nos interrogamos acerca del origen, del uso y del futuro de los elementos que extraemos de un determinado espacio de tiempo y lugar, debido a que "Una misma imagen puede ser testimonio, a la vez, del pasado y anticipar un previsible futuro" (Ignasi Aballí, n.d.).

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Lo endótico, es un acercamiento personal y social con la responsabilidad de plantear nuestra particular realidad, de habitar un determinado espacio de tiempo surtido de tiempos pasados.  Exploramos el estado de la materia abordándola desde diferentes disciplinas que se funden, con el único objetivo de ofrecer una mirada curiosa sobre aquello que ya no miramos, y que pretendemos rescatar y dignificar como elemento esencial del propio “Ser”. Todo ello nos lleva a preocuparnos por el estado de la materia indultada de nuestro propio ecosistema y nos planteamos revivirla a través de un conjunto de interpretaciones y juicios puramente estéticos, de ideas y de conceptos que otorgan ese particular matiz que da sentido al todo. Ahora, “El objeto encontrado es al mismo tiempo un documento y un objeto de contemplación estética” (Emanuela Saladini, 2012).

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Introducir materiales de deshecho en un museo o espacio expositivo cuestiona y desafía el propio mercado del arte ¿Es el lugar el que empodera a la pieza artística o, por el contrario, es el arte el que revaloriza el lugar? Y, por otro lado, ¿Hasta qué punto podemos llegar a apreciar artísticamente un efecto natural y causado por el paso del tiempo, sin la intervención del artista? ¿Existe el arte sin artista? 

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Los métodos y las diferentes técnicas utilizadas en este proceso de redimir elementos casi arqueológicos, son el fruto de un repertorio de nociones que aplicamos de forma individualizada y singular dependiendo de las características del objeto rescatado, el que abordamos sin la mínima idea de convertirlo en un producto final que mostrar, sino abrir una puerta al debate dialéctico puesto que “nuestros desechos hablan más de nuestra sociedad que las obras de nuestros museos” (Marcos Juncal, 2021). Los objetos son descontextualizados y presentados de nuevo ante la sociedad, revalorizados y casi sacralizados, elevados a la categoría de arte con el objetivo de generar un sentimiento de placer universal. Del mismo modo, hace más de ocho décadas, Walter Benjamin ya apostaba por el potencial del material de los objetos hallados como método de comunicación y discurso artístico.

 

 

La curiosidad, la indagación, el estudio y la experimentación es la base de nuestro trabajo frente a los elementos rescatados. La interdisciplinariedad entre la escultura y la pintura, el dibujo o el grabado son fundamentales para la progresión y la interpretación estética de nuestras ideas, reflejo directo de nuestra propia percepción del nuevo mundo. Los propios procesos técnicos y pictóricos abren paso a los siguientes. Se trata de un estado constante de progresiones encadenadas que desembocan en un sentimiento general de inconformidad en cuanto a su exégesis se refiere. El carácter documental del proceso creativo y de la composición de los materiales se contempla en todas y cada una de las piezas, mostrando sin censura y de forma sincera la materia genuina y el funcionamiento interno de las técnicas utilizadas.

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La impulsividad es el resultado de la asimetría característica de nuestra obra que reaviva cada una de las piezas, resurgidas de un letargo y condenadas al olvido. Cada elemento es único, al que le concedemos la consideración que merece, a pesar de que todos experimentarán un mismo proceso de resiliencia matérica. El uso de un lenguaje puramente abstracto y compositivo nos ayuda a reconducir a través del color y los diferentes materiales distintas emociones, en búsqueda de un arte puro y expresivo capaz de hablar por sí solo. 

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Por todo ello, podría decirse que nuestro proceso creativo es un exhaustivo trabajo de síntesis, de observación y diálogo con el material. Abordamos una metodología que parte desde la investigación de dicha materia, fuente de conocimiento con la que obtener piezas que reflejan naturalidad. En definitiva, pretendemos hablar del momento y recrear ese mismo instante de la forma más humilde y sencilla posible.

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